Sobre la elaboración de Ramón Gomez de la Serna, de A. F. Molina, y Nuevas páginas de mi vida
Cuando en una página interior del libro Ramón Gómez de la Serna, de Antonio Fernández Molina, se me endosa su edición, notas y prólogo, debe leerse, además de lo evidente, que me he ocupado de recorrer los documentos que el autor guardaba en una carpeta con el nombre del creador de la greguería, que los he organizado y titulado; para postre he suprimido reiteraciones, añadido palabras voladas en los borradores (siempre enclavadas entre corchetes para destacar que es una adición mía, por si hubiera alguna falta, que se me adjudique a mí) y tecleado letra por letra el contenido del volumen, en sus diferentes versiones, porque las ha tenido; ha engordado y adelgazado durante el proceso hasta quedarse en la talla que, a mi juicio, le convenía. Lo he hecho con gusto porque pinchaba en el tabloide de las novedades un volumen que sé que a Fernández Molina le ilusionaba, dada su admiración por el gran autor, y en el que él había trabajado durante décadas, sin que la vida le prestara tiempo su